Los accidentes ocurren, son parte de la vida y difícilmente pueden evitarse al 100%. Numerosas son las probables causas, descuidos, distracciones, fallos mecánicos, cuestiones meteorológicas, y en muchas ocasiones, una combinación de estos y otros factores. Pero a menudo también se deben a flagrantes casos de abandono de responsabilidad, corrupción, e igualmente, una mezcla de estos. La tragedia de la que fueron víctimas los pasajeros del Doña Paz se encuentra claramente entre los últimos, cuando la manifiesta irresponsabilidad de las personas encargadas de velar por la seguridad del buque y sus viajantes, condenó a muerte a miles de inocentes que nada pudieron hacer para evitarlo. Esta es su historia.
El MV Doña Paz era un ferry de construcción japonesa que desde 1975 pertenecía a la empresa naviera San Sulpicio de las Islas Filipinas. A mediados de los años 80 era utilizado como transporte de pasajeros en la ruta Manila-Tacloban-Calbalogan-Manila, travesía que recorría dos veces por semana. Temprano en la mañana del 20 de diciembre de 1987 se disponía a partir del puerto de Tacloban en la Isla de Leyte, y esperaba llegar a su destino en la capital unas 20 horas después. Oficialmente, 675 pasajeros abordaron en Tacloban, y otros 907 lo hicieron más tarde en Calbalogan, para un total de 1.583 pasajeros registrados y 58 tripulantes. Pero como suele suceder en estos casos, la lista oficial no reflejaba la realidad. Para empezar, los niños menores de cuatro años no pagaban billete, y no eran incluidos en la lista. Las investigaciones realizadas después del accidente revelaron que aproximadamente mil menores de esa edad viajaban en el barco. Además, buena parte de un regimiento del ejército, que viajaba gratis y tampoco estaba en el manifiesto, también había subido a bordo. Los cálculos posteriores a la tragedia revelaron que el Doña Paz viajaba con más de 4.000 personas a bordo.
Los pocos sobrevivientes atestiguaron que el ferry iba sobrecargado. En los pocos camarotes disponibles se apiñaban familias enteras, y los pasillos y todas las cubiertas estaban atestados de hombres, mujeres y niños que esperaban pasar las Navidades con sus seres queridos en Manila. Aún así, el sobrepeso no fue considerado como la causa del accidente. Aproximadamente a las 22:00 horas, cuando los poco informados pasajeros se disponían a descansar, un golpe metálico y la explosión subsiguiente les despertaron con horror. La conflagración la había provocado el choque con el MV Vector, un pequeño petrolero cargado con 8.000 barriles de gasolina y keroseno. Una bola de fuego invadió al ferry provocando el pánico entre los pasajeros, que en ningún momento recibieron instrucciones por parte de la tripulación, tampoco es que tuvieran tiempo. En cuestión de medio minuto, las llamas habían envuelto a ambos buques. Algunos de los que se encontraban en cubierta lograron saltar al agua, sólo para encontrase con un mar cubierto con las llamas provocadas por el combustible y decenas de cuerpos calcinados. Sólo 26 supervivientes fueron rescatados por otro crucero que apareció dos horas después 24 pasajeros del Doña Paz y dos tripulantes del MV Vector. No fue sino hasta ocho horas más tarde que las autoridades recibieron la noticia, y pasaron otras ocho horas antes de que se organizara un rescate. Para entonces, los dos barcos yacían en el fondo del océano.
En un principio, Sulpicio Lines ofreció la lista oficial de pasajeros e insistió que nadie más viajaba en el Doña Paz, sin embargo, pocas horas después un empleado anónimo de la compañía reconoció que era una práctica común vender billetes extraoficialmente a bordo, y que los niños menores de cuatro años no estaban incluidos en la lista. El Ejército Filipino también recordó que muchos de sus hombres viajaban en el ferry y que ninguno de sus nombres estaba en el manifiesto oficial. Las primeras estimaciones oficiales basadas en las listas creadas por los familiares de los presuntos pasajeros pusieron la cifra en poco más de 3.000. En 1999, la investigación oficial del gobierno calculo el número de víctimas en 4.375, convirtiendo el accidente en la peor tragedia marítima de la historia en tiempos de paz, casi tres veces mayor que la del Titanic, aunque muy lejos de la tragedia del Wilhelm Gustloff durante la Segunda Guerra Mundial. La revista National Geographic bautizó al Doña Paz como “El Titanic Asiático”.
Pero, ¿qué sucedió realmente aquella aciaga noche? ¿Cómo pudieron dos barcos chocar en un mar en calma y en una noche tranquila? Las pesquisas revelaron una cadena de despropósitos, errores y una clara dejación de responsabilidad por parte de las compañías que gestionaban ambos buques. Para empezar, ni el Doña Paz ni el Vector contaban con un radio VHF en funcionamiento, una de las primeras reglas de navegación en Filipinas y el resto del mundo. Segundo, el sobrepeso del Doña Paz claramente había tenido un efecto negativo en los esfuerzos por salvar a los pasajeros. Las cubiertas apiñadas de gente no permitirían ningún rescate organizado, en caso de que los pocos tripulantes lo hubiesen intentado, pues un testigo afirmó verlos corriendo en pánico como el resto de los pasajeros. Pero la investigación también reveló que el Doña Paz hubiese podido completar su travesía sin problemas si no hubiese sido por el fortuito choque contra el Vector, un barco que, según la versión oficial, navegaba sin permiso, sin un capitán con licencia y sin un vigía cualificado en el momento del accidente. Un antiguo tripulante del Vector, afirmó además que el timón del barco llevaba tiempo averiado y que normalmente se necesitaban dos personas para hacerlo virar, y que eso lo obligaba a navegar con un derrotero en zig-zag, difícil de controlar.
Los tripulantes del Doña Paz tampoco respondieron como era debido. Un testigo afirmó ver a buena parte de ellos vendo la televisión y bebiendo cerveza minutos antes del accidente, el capitán veía una película en vídeo y sólo un marinero de rango inferior estaba en el puente de mando. La investigación posterior también encontró que los chalecos salvavidas se encontraban en una bodega bajo llave, una costumbre de la Sulpicio Lines “para que los pasajeros no los robaran”. Pero la empresa fue exonerada de cualquier culpabilidad en el accidente, y sólo los dueños del MV Vector fueron imputados.
Como siempre, al final los que pagan los platos rotos son las víctimas y sus familiares. Es verdad que algunos de los culpables pagaron su irresponsabilidad con su vida, pero eso es poco consuelo para quien pierde a esposos, madres o hijos. La población de Tacloban, de la que provenía buena parte de las víctimas, construyó un monolito en su honor muy cerca del muelle en el que se embarcaron en la fatal travesía. En noviembre de 2013, el Huracán Haiyan se cebó nuevamente con sus habitantes llevándose más de seis mil vidas, pero el monumento a la tragedia del Doña Paz sobrevivió.
Documental sobre el accidente del Doña Paz:
https://www.youtube.com/watch?v=ITacBbCqK4s
Hola Jesús,
a mí el mar me impone mucho respeto desde que tuve una desagradabe experiencia en una playa tinerfeña hace ya muchos años, eso de no tocar tierra no va conmigo. Todos conocemos la historia del hundimiento del Titanic pero del de Doña Paz no se ha hablado tanto (al menos en mi caso no lo recordaba) y por las cifras que nos presentas lo supera con creces. Cúmulo de circunstancias, errores, irresponsabilidades… pero al final son otros, los inocentes, los que acaban sufriendo las consecuencias.
Un saludo y por cierto, el video merece la pena verlo, gracias.
Hola Francisco,
yo soy un gran aficionado a la pesca y el submarinismo, pero eso no quiere decir que no le tenga respeto al mar. En realidad, constantemente tengo pesadillas en las que soy devorado por un tiburón, probablemente mi más grande miedo… 😛 Pero tragedias como la del Doña Paz, en tiempos de ídem, son tan evitables como lamentables, y como le decía a Rosa, sólo espero que la pérdida de tantas vidas humanas hayan servido para corregir los fallos en el sistema marítimo filipino. Lo que me pareció más triste fue el hecho de que Tlacoban fuese golpeado sólo unos años después por el Tifón. A veces el destino se ceba con algunos.
Muchas gracias caballero por vuestra amable aportación. Un cordial saludo.
Como puede ser que los dirigentes sean tan irresponsables???? No tienen perdón, que horror. No sabía nada. Abrazos,,,,
Hola Rosa,
la corrupción y la ineptitud de muchos de nuestros gobernantes la paga siempre el pueblo. El del Doña Paz fue un accidente perfectamente evitable, pero la supervisión del gobierno falló y el MV Vector navegaba sin licencia. Una tragedia que espero haya corregido algunos de los vicios en las Islas Filipinas.
Muchas gracias por comentar querida amiga. Un beso nada corrupto. 😉