¿De dónde salieron los nombres de las nubes?

No es ninguna novedad que me gusta tanto la historia como la ciencia, o viceversa, y creo que en el pasado he dejado claro que mis historias favoritas tienen que ver con descubrimientos o inventos que han dejado huella en nuestro mundo, o con sus descubridores o inventores. Entre todos los campos del conocimiento, la geografía está ahí, ahí, en los primeros puestos de mi lista, y una de sus ramas, la meteorología, entre las más interesantes de estas. Observar y estudiar el poder de la naturaleza y su influencia en nuestras vidas es tan placentero como instructivo, y es un gusto que comparto con Luke Howard, un londinense que, entre otras cosas, nos dejó la nomenclatura de las nubes que aún utilizamos.

Siempre “en las nubes”.

luke-howardNacido el 28 de noviembre de 1771, el joven Luke optó por la química y la farmacología como carrera, estableciendo su propia botica en la Calle Fleet de la capital inglesa en 1793, y entrando en sociedad cuatro años después con un tal William Allen para fundar la farmacéutica Allen & Howard. Pero nuestro amigo tenía un pasatiempo desde la infancia, observar las nubes, tanto que la curiosidad le pudo y decidió estudiar más a fondo. Hasta entonces ni él ni nadie sabía cómo se formaban o cómo se mantenían “flotando en el aire”. Veía cómo se transformaban empujadas por los caprichos del viento y se preguntaba si sería posible clasificarlas, un reto que aceptó para sí mismo.

Nubes de algodón

Como bien sabemos, las nubes adoptan mil configuraciones individuales, dependiendo de su tamaño, consistencia y del viento. No obstante, Luke observó que todas tendían a moldearse en tres formas básicas y como tales las ordenó. En una fría tarde de diciembre de 1802, decidió hacer público su trabajo ante la Sociedad Askesiana (de la que surgió la Sociedad Geológica de Londres), un club de debate científico londinense fundado por el socio de Howard, William Allen. Ahí, el meteorólogo aficionado reveló su clasificación de nubes utilizando el latín, un idioma que había aprendido en la juventud y que consideró adecuado para que su trabajo pudiese ser adoptado por científicos del mundo occidental. Dichos nombres perviven.

Cirrus (del latín rizos o cabellos): tipo de nube distinguido por sus filamentos blancos o gris claro, a menudo terminadas en copete, como en una coma ”,”. Son nubes que aparecen a 5,000 metros de altura en zonas templadas y a más de 6,000 en las regiones tropicales. Su aparición pronostica clima turbulento, aunque también suelen presentarse después de la tormenta. Por lo general están compuestas de cristales de hielo.

Cirrus nubes

Cirrus.

Cumulus (del latín montones, pilas): nubes a baja altitud (>1,000 m), son aquellas de característica esponjosa, como trozos de algodón, con una base plana. Están compuestas de cristales de hielo, gotas de agua y gotas de agua súper enfriada a temperaturas por debajo del punto de congelación, pero sin convertirse en hielo. Normalmente no producen precipitaciones.

Cumulus nubes

Cumulus.

Stratus (del latín capa, hoja): Parecen extensas sábanas a muy baja altitud (a menudo cubren todo el cielo), de hecho, cuando se forman cercanas al suelo, cuando la temperatura desciende y las humedad relativa aumenta, parecen niebla. En ocasiones producen una lluvia muy ligera (chirimiri, orbayu, chingaquedito), y hasta un poco de nieve. Por lo general anuncian un clima estable.

Stratus nubes

Stratus.

Ahora bien, la clasificación en tres categorías puede parecer muy simplista dado las más que numerosas formas de nubes que cambian constantemente, se fusionan, se extienden, suben y bajan. Por ello, Luke no se quedó ahí y añadió una serie de sub-categorías que incluyen todas las combinaciones entre las tres principales formas. Así, tenemos que cuando una nube cirrus desciende y se extiende, se convierte en una cirrostratus;  las cumulus que se unen con otras y también se extienden pasan a ser stratocumulus, etc. Howard nos dejó siete tipos de nubes, que en la actualidad han aumentado a diez: las tres básicas, cirrus, cumulus y stratus; sus combinaciones, cirrostratus, cirrocumulus, stratocumulus,  cumulo-cirro-stratus, también conocida como nimbus (las que nos dan la lluvia) y tres añadidas posteriormente, altostratus, altocumulus y cumulonimbus, las nubes que producen las grandes tormentas.

Un legado histórico.

Luke Howard hizo más que legarnos los nombres de las nubes, también publicó un estudio sobre el polen, la dirección y velocidad del viento, la presión atmosférica y fue el primero en detectar el efecto “isla de calor” que producen las ciudades. mostrando que las temperaturas en Londres eran más altas que en la campiña circundante durante la noche, y más frías durante el día. Además, sus estudios dieron un impulso a la naciente ciencia de la meteorología, pues las nubes son el mejor indicador visible de los fenómenos climatológicos de nuestra atmósfera. Nos permiten ver la dirección y la velocidad del viento, y analizar las posibilidades de lluvia. En sus propias palabras,

“Las nubes están sujetas a varias modificaciones producidas por las causas generales que afectan todas las variaciones de la atmósfera; son comúnmente tan buenos indicadores de la operación de estas causas, como el semblante lo es del estado de la mente y cuerpo de una persona.”

En la actualidad los hombres y las mujeres que estudian la climatología observan las nubes para predecir el tiempo, siempre utilizando la nomenclatura de Howard, quien por cierto, no fue el primero en intentar clasificarlas. El primero fue el naturalista Jean-Baptiste Lamarck, pero como este escribió su nomenclatura en francés y no en latín, sus categorías no se popularizaron. Como ven, hasta en esto ganan los romanos…

6 thoughts on “¿De dónde salieron los nombres de las nubes?

  1. Hola Jesús,
    mientras lo leía me venía a la mente la gente del campo, campesinos que también miraban -y siguen haciéndolo- al cielo cada día (aunque por motivos algo distintos a los que hacía Luke Howard). Estoy convencido de que, aún sin poner nombres, ellos aciertan mucho más en los pronósticos que las del «hombre del tiempo». Por cierto, deberíamos ir pensando en borrar este calificativo porque cada vez más mujeres son las que salen en las televisiones anunciando el tiempo. ¿Será que somos más hombres lo que vemos las noticias?
    Un abrazo, nada nublado.

    • Hola Francisco,
      como le contaba a otros lector, también creo que mucha gente de campo sabe más de meteorología que los hombres y mujeres del tiempo (te he hecho caso), al menos en la práctica. Y es natural, ellos viven de la agricultura y la lluvia es un bien preciado, tienen que ser expertos, expertas… 🙂
      Respecto a si somos más los hombres o mujeres que vemos el telediario, ni idea. Yo ya los veo poco, prefiero leer las noticias en varias fuentes de internet. Paso más tiempo frente a esta pantalla que frente a la grande…
      Buenas noches y que tengas una gran semana!

    • Hola María,
      muchas gracias por tu amabilidad. Orbayu es típico de Asturias; Chirimiri del País Vasco y Chingaquedito de México, donde también le llaman chipi-chipi. Seguro que hay más formas simpáticas de nombrar la lluvia fina y, ya que estamos, sabes como se dice en Francia?
      Muchas gracias nuevamente y un besín.

  2. Interesante es mas en mis investigaciones en culturas sudamericanas también he notado que los nativos saben observar las nubes y las llaman de diferentes formas, incluso son una guía…

    • Hola Arnaldo,
      no me extraña. Aquellos que viven en culturas que aún dependen de la agricultura tienen un gran conocimiento de las nubes, la lluvia y el clima en general. Me atrevo a decir que, al menos en la práctica, saben mucho más que cualquier hombre del tiempo. Conozco a alguno en el pueblo de mi familia que puede predecir el clima mejor que los meteorólogos de la tele. Verdaderamente impresionantes.
      Muchas gracias y un saludo.

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