El Ejército Fantasma.

El engaño es parte intrínseca de la guerra, sin duda. Tan sucio el uno como la otra, y tan necesarios ambos en tiempos desesperados. Como parte de la serie relacionada con la estrategia aliada de engaño masivo en la Segunda Guerra Mundial, hoy continuamos con uno de sus elementos más popularmente conocidos, el Ejército Fantasma.

Y sí, digo que es uno de los elementos más conocidos a pesar de que durante 40 años se mantuvo en secreto, y sólo aquellos que participaron directamente lo conocían. Desde que su existencia fue desclasificada a finales del siglo pasado, sin embargo, se ha convertido en una de las operaciones más llamativas del conflicto. Y no es para menos.

El tema es interesante no sólo desde el punto de vista de su originalidad. También su efectividad le merece estudios y homenajes, pues gracias a sus actuaciones, el Ejército Fantasma salvó miles de vidas. Ya me dirás a final si tengo razón o no.

Insignia del Ejército Fantasma

Operación Bertram

Los ingleses habían practicado el engaño contra los alemanes desde mucho antes de la Operación Bodyguard. En 1941, durante los decisivos días de la lucha en África, la Operación Bertram consiguió confundir a Rommel y sus tropas, haciéndoles creer que la ofensiva llegaría dos días después del verdadero ataque, y decenas de kilómetros al jasper-maskelynesur.

El encargado del engaño fue el mago Jasper Maskelyne, cuya historia nos cuenta un colega en su magnífico blog. Maskelyne intuyó que el ilusionismo que practicaba antes de la guerra, podía servir para hacer creer al enemigo que veía lo que no veía. Y funcionó.

Tanques disfrazados de camiones, piezas de artillería de cartón y otras artimañas sirvieron para que Rommel cayera en la trampa y los ingleses pudiesen vencer en la Batalla de El Alamein, clave para la derrota final de los nazis en el Norte de África.

Los aliados se sirvieron de la misma idea durante la Operación Bodyguard, antes y durante el desembarco en Normandía el Día D. Por qué no después, pensaron.

Misión

El Ejército Fantasma fue creado con una misión en mente: engañar al enemigo. La estrategia se basaba en fingir la presencia de miles de tropas y su equipo, para desviar la atención de los alemanes, obligarles a defender ciertas posiciones y evitar que reforzaran otras zonas.

La mayor parte del personal de esta unidad fue norteamericana, aunque como mencioné anteriormente, el concepto estaba basado en una idea británica.

Personal

El Ejército Fantasma, también conocido como el 23º Cuartel General de Tropas Especiales, era en parte real. Sus más de 1,100 soldados eran de carne y hueso, aunque no precisamente tropas de combate.

El personal del Ejército Fantasma fue reclutado entre las escuelas de arte y las empresas de marketing. Se buscaban personas creativas, dibujantes, arquitectos, diseñadores, ingenieros y hasta escenógrafos del teatro y del mundo del cine.

Miembros del ejército fantasma

Miembros del Ejército Fantasma.

El 23º estaba compuesto de cuatro unidades, el 406º Cuerpo de Ingenieros de Combate (a cargo de la seguridad), el 603º de Ingenieros de Camuflaje,la Compañía 3132 de Servicio de Señales y la Compañía Especial de Señales. Cada una tenía su propia labor, que consistía en sendos tipos de tácticas.

Algunos de sus miembros alcanzaron luego la fama en distintas disciplinas, como el diseñador de moda Bill Blass y el pintor Ellsworth Kelly.

Engaño por Radio

Al igual que sucedió durante las operaciones Fortitude Norte y Sur, el Ejército Fantasma utilizó falsas emisiones de radio para hacer creer al enemigo de la existencia de miles de tropas. Los operadores crearon falsas redes de comunicaciones enviándose mensajes unos a otros, órdenes, peticiones, avisos, los típicos mensajes de una unidad militar en campaña.

Los mensajes se lanzaban en códigos que se sabía los alemanes podían descifrar. La mayoría de las veces estos caían en la trampa, pues los generales enemigos actuaban de acuerdo con la información ficticia interceptada.

Engaño Visual

Tomando nota de las tácticas de Maskelyne, el 603º de Ingenieros de Camuflaje construyó camiones, tanques, jeeps, cañones y hasta aviones, pero ya no de cartón, sino de goma, inflables. Con la ayuda de compresores, o en ocasiones con bombas de bicicleta, los miembros del Ejército Fantasma los inflaban y desinflaban en donde su presencia fuese necesaria.

Estos artilugios eran luego semi-escondidos, para que los aviones de reconocimiento alemanes los pudieran ver. También construyeron pistas de aterrizaje falsas, cantinas, y por supuesto, las tiendas de los soldados imaginarios que conducían los vehículos.

Tanque inflable del Ejército Fantasma

Y no todo era de goma. Muchas veces se intercalaban soldados, vehículos y cañones verdaderos con los de mentira.

Para darle más realismo, los campamentos fantasma incluían tendederos de ropa y basureros. Los mismos ingenieros se disfrazaban de generales y otros oficiales para acudir a los bares locales, esperando que los espías informaran de su presencia al enemigo.

Engaño Sónico

Una novedad del Ejército fantasma fue crear una unidad que simulara los sonidos que produce un ejército. Con la ayuda de ingenieros de los Laboratorios de la Telefónica Bell, se grabaron en Estados Unidos los ruidos de unidades motorizadas y de infantería reales. Dichos sonidos se plasmaron en discos de vinilo, que luego eran reproducidos en el campo de batalla.

Oruga con altavoz ejército fantasma

Montados en camiones y orugas, el Ejército Fantasma contaba con altavoces gigantes con capacidad de hacer viajar el sonido a más de 20 kilómetros. Dependiendo de las necesidades, los ingenieros mezclaban las grabaciones de cada vehículo. Nuevamente, la misión era crear la ilusión de un ejército.

Engaño de “ambiente”

Para hacer todo más creíble, los ingenieros del Ejército Fantasma llevaban a cabo iniciativas teatrales para crear la atmósfera que rodea un ejército verdadero. Por ejemplo, la unidad tenía su propia insignia, un fantasma, casualmente, que era repartida entre los miembros de otras unidades reales. Asimismo, se estampaba la misma insignia en vehículos reales que circulaban por caminos conocidos por el enemigo.

Otra treta era hacer pasar por un camino a dos o tres camiones, con sólo dos soldados en la parte trasera, simulando que el transporte iba lleno de tropas. Esos camiones pasaban por el mismo camino varias veces para crear la ilusión de que eran más.

En dichas ocasiones, se situaba a personal de tráfico de la Policía Militar con la insignia del Ejército Fantasma. Ningún detalle era ignorado.

El Ejército Fantasma en acción

El 23º estuvo activo desde pocos días después del Desembarco en Normandía y hasta las semanas finales de la guerra. Participó en más de 20 acciones de combate. La mayor parte de las veces, su misión era simular la presencia de tropas reales, para obligar a los alemanes a mantener defensas en la zona, y evitar que reforzaran los puntos donde llegaría el ataque real.

La labor del Ejército Fantasma logró su cometido, y lo hizo en el más estricto secreto. Prácticamente nadie que no hubiese participado directamente, ni siquiera entre las mismas fuerzas aliadas, supo de su existencia hasta cuarenta años después de la guerra. El engaño funcionó. Misión cumplida.