No se si os pase a vosotros, pero a mí siempre me ha llamado la atención el hecho de que, en el triángulo que forma Benelux con las zonas aledañas del oeste de Alemania y el norte de Francia, hay muy pocas ciudades que puedan considerarse “joyas arquitectónicas”. Creo que tiene mucho que ver con que, ya desde tiempos de Gayo Julio César, y muy posiblemente desde antes, dicho corredor haya sido cruzado incontables veces por invasores de muchos pueblos en su afán de conquista, raras veces dejando piedra sobre piedra. Precisamente a pocos kilómetros del punto donde se juntan esos cinco países se encuentra la ciudad medieval de Lieja, el primero de los destinos de las fuerzas del Kaiser en 1914, donde pocas construcciones sobrevivieron para contar la triste historia de su violación.
Las primeras tropas alemanas llegaron a los alrededores el mismo día en que cruzaban la frontera, haciendo saltar por los aires la neutralidad belga. Al día siguiente, el 5 de agosto, ya la tenían rodeada y, para el día 7, quedaba oficialmente bajo control teutón. Pero ese día sólo conquistaron la ciudad, pues la docena de fortalezas que la rodeaban continuó en manos belgas unos días más, resistiendo heroicamente los embates de un sorprendido invasor que pensó se rendirían en 48 horas como máximo. De hecho, todos los ataques habían sido rechazados gracias al cruce de artillería sincronizada desde los doce fuertes, infligiendo a los alemanes numerosas bajas. Cada ejército alemán, sin importar su posición en el perímetro, estaba expuesto al fuego de al menos dos de las fortalezas, construidas en su mayoría bajo tierra, lo que obligaba a sus comandantes a dividir el fuego.
Los proyectiles no fueron el único obstáculo. Las fuerzas locales, diez veces inferiores en número y muchos años respecto al equipamiento, lucharon valientemente, aunque sólo fuese para retrasar lo inevitable. Para más inri, la tarde-noche del 5 de agosto, una fuerte tormenta impidió cualquier movimiento, haciendo los caminos impracticables y, mientras los soldados esperaban a que escampara, los vecinos de las aldeas de Esneux y Poulseur les robaban los carruajes con los suministros y que, aunque volvieron a sus dueños, estos perdieron valioso tiempo en la tarea. El día 6 de agosto, por cierto, los alemanes inauguraron la tradición de bombardear ciudades desde el aire, cuando un dirigible Zeppelin dejó caer su carga letal sobre Lieja, matando a nueve civiles.
Finalmente, el comandante Emmich al frente de la fuerza invasora, delegó la tarea de rendir Lieja a Erich Luddendorf, un antiguo miembro del Estado Mayor que había sido parcialmente degradado y asignado como mano derecha del General von Bülow en el 2º Ejército. Luddendorf hizo traer a la zona los poderosos howitzers de 350 y 420 mm construidos por Skoda y Krupps respectivamente. Del 7 al 16 de agosto, uno a uno los fuertes fueron destruidos por los proyectiles de más de 800 kilos, hasta que sus desesperados defensores no tuvieron más que proteger, y hasta que la última fortaleza, la de Lencin, recibió su ración de Berta la Gorda, y su comandante, el General Gerard Mathieu Joseph Georges Léman, fue capturado por los alemanes después de que estos lo encontraran entre las ruinas. Léman exigió a sus captores que especificaran en sus informes que no se había rendido, sino que había sido capturado inconsciente. El día 17 de agosto, las carreteras y vías ferroviarias que comunicaban Alemania con Francia, quedaron abiertas al invasor.
Lieja fue la primera pero no la última de las ciudades belgas que sufrieron la barbarie alemana. Las próximas semanas dejarían más ejemplos para la historia de cómo los hombres de un país supuestamente civilizado, podían convertirse en monstruos sedientos de sangre cuando se enfrentan a un rival mucho menor. Fue el inicio, pero no el fin, de un comportamiento poco humano que avergonzaría al mundo en aquella y en la siguiente guerra.
Es lo que no me canso de repetir… las guerras no sólo matan a las personas, sino que también van destryuendo lo que encuentran a su paso, como puede ser restos de la antiguedad y muchos de unos 200 años. Estuve en Bégica hace años, visité Bruselas, Amberes, Brujas y Gante, todas me gustaron, seguro que todas tuvieron que hacerles «un lavado de cara». Lieja no tuve la oportunidad de visitarla.
El terror causado por el hombre, esa maldita costumbre que tenemos de matarnos unos a otros para conseguir nuestros objetivos. La historia está llena de masacres, genocidios y destrucción, y la PGM fue pionera en hacerlo industrialmente. De las ciudades que mencionas, Brujas y Gante fueron las únics que se salvaron, pero las demás fueron reconstruidas. Desgraciadamente, Lieja perdió sus palacetes de antaño, y ahora no es que sea fea, pero no tiene nada que ver con otras muchas joyas de la zona.
Muchas gracias querida Rosa por comentar.
Te deseo el mejor de los fines de semana.
Un besín.
Hola Jesús,
me ha llamado la atención la última imagen que nos expones, la del Big Bertha, y me pregunto cómo podrían trasladar estas máquinas de guerra tan pesadas. Solo la rueda es más alta que los soldados que están a su lado. El ingenio (y maldad) militar no conocen de límites. Si fuera por ellos construirían otro Big Bertha tan grande como un rascacielos. ¡Horrible!
Un abrazo
Hola Francisco,
los Big Bertha, supuestamente bautizados en honor a la señora Kruoo, que aparentemente era algo vasta, eran transportados por tren, y un equipo de 24 soldados tardaban unas seis horas en montarlos. Hasta el final de la guerra se construyeron 13. Pero hubo uno más grande, el llamado «París Geschutz, que podía disparar proyectiles a una distancia de 130 kilómetros. En este enlace puedes encontrar algo más de información: https://cienciahistorica.com/artilleria-alemana/
En todo caso, muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
¡130 kilómetros! ¡Qué pasada! Gracias por la información.
eje, un dato más, los proyectiles del Paris Geschutz fueron los primeros objetos hechos por el hombre en alcanzar la estratósfera…ac….nante por decir poco…
Es muy interesante este primer movimiento alemán, por la brutalidad con la que se produjo, brutalidad para mí buscada desde el más alto mando alemán, terrorismo puro y duro a lo vikingo, para minar las posteriores resistencias, abrazos.
No se qué tenían los alemanes de aquel entonces, prepotentes, ambiciosos, sin principios. Es verdad que han cambiado mucho, pero para llegar a lo que son hicieron sufrir mucho al mundo. Siendo tan eficientes como son, no me extraña que hayn causado tanta destrucción. Sólo esperemos que nadie los vuelva a imitar en lo malo.
Muchas gracias por comentar.
Un cordial saludo.