(Colaboración de Manuel Mata, autor del blog «De Regreso a Cartago», con todo mi agradecimiento por su excelente trabajo)
“La Fortuna sonríe a los osados” decían los latinos o también, como sentenció Dantón, “l’audace, l’audace, toujours l’audace”, es lo que define a nuestro protagonista.
En aquel frío amanecer, de un ya lejano 26 de octubre de 1917, el valle del Isonzo, en los Alpes julianos, estaba envuelto en una densa y fría bruma, los recios hombres del Regimiento de Wurttenberg, adscrito a Cuerpo Alpino Alemán compuesto casi en su totalidad por regimientos bávaros, observaban, mejor dicho intentaban ver que pasaba en las líneas italianas. Estaban destinados a cubrir el flanco de la ofensiva alemana en la que luego sería conocida como la Undécima Batalla de Caporeto.
-Mi teniente primero, -le espeto el curtido oberfeldwebel– lo que quiere hacer nos va a acarrear serios problemas, ya sabe que los bávaros son rencorosos
– Sargento Mayor, no voy a seguir pasando de frio y haciendo de niñera y además los chicos necesitan ejercicio. No obstante, si sucede lo inevitable diga que usted cumplía mis ordenes – Les espetó el oberleutnant
Las enseñanzas de sus viejos profesores resonaban como un mazo en su cabeza. “Recuerda que un hombre nunca debe temer a la iniciativa y arriesgar para conseguir lo que quiere”.
Este suceso, que pudo ser así, dio comienzo a una de las hazañas más increíbles de la Gran Guerra.
Aquella fría mañana, las dos compañías bajo sus ordenes se pusieron en movimiento y con más arrojo que sentido común. El joven oberleutnant, a quien en las primeras ascensiones por los riscos un pedrusco le arrancó el tacón de su bota y le lesiono el tobillo, cojeando y apoyándose en dos soldados, empezó su particular forma de entender las órdenes. No era un novato con ansias de gloría, ya que lucía las Cruces de Hierro de 2º y 1ª clase en su guerrera. Unos hombres enardecidos por un Teniente Primero tullido se plantaron detrás de las líneas italianas, los cuales no daban crédito a lo que sucedía y pensado que era una ataque en masa alemán se rindieron al primer envite. Aquí empezó la cuenta de prisioneros que apabulló a los que los recibían en la retaguardia.
El joven Teniente 1º envío más de 1000 prisioneros a sus líneas. El jefe del batallón de aquel intrépido militar no daba crédito a lo que sus ojos veían y demostrando que creía en él le envío 4 compañías a reforzar sus acciones.
Nunca en los anales del Ejercito Imperial alemán se dio el caso de que un Teniente 1º tuviera bajos sus órdenes a los efectivos de casi un batallón, 400 hombres.
Con estos refuerza y sin atender a los experimentados suboficiales se presentó en medio de un campamento italiano de Bersaglieri y los cuales, no imaginando el farol del Teniente 1º y, creyéndose rodeados otros 1500 soldados y 50 oficiales se rinden, sin disparar un solo tiro.
En las líneas alemanas de retaguardia el rio incesante de prisioneros, dispara las alarmas. ¿Por qué no se me ha informado del ataque?, claman los generales, ya que el plan establecido no era ese.
Todo el mundo cree que la ofensiva en masa se ha desatado y todos corren de un lado para otro sin saber que sucede muy bien, sobre todo los bávaros.
Al otro lado del rio Isonzo, al joven y tullido teniente con extenuadas pero enardecidas tropas, nadie le va a decir que no pueden hacer lo que les ordena un cojo, suben y bajan riscos, capturando masa a unos poco combativos enemigos. Llevan, ni se sabe ya, unas cuantas extenuantes horas avanzando, trepando, luchando contra el frio, su único enemigo, ya que los italianos se rinden a la mínima.
En su desenfrenada, que no alocada, carrera y después de 50 agotadoras horas, su bagaje es de 150 oficiales, más de 9000 hombres, y entre 81 y 150 cañones de distinto calibre (aquí surgen discrepancia en le número), con unas bajas inapreciables. Cinco regimientos italianos de Bersaglieri y Alpini fueron borrados del mapa de aquellas frías cumbres por una fuerza que nunca llegó a un batallón.
Los jefes del obertleutnant no sabían si fusilarle por desobedecer las órdenes de cubrir el flanco de los bávaros, o condecorarle. Pero el Ejército Alemán siempre premió la iniciativa y a este teniente 1º le sobra. Además Alemania en esos días necesitaba héroes más que nunca y pasó lo inevitable, la concesión de la más alta condecoración prusiana y por ende del Imperio Alemán, la codiciada “Pour le Mérite, (hay que puntualizar que la concesión le costó conseguirla, recursos y más recursos. Los bávaros se quisieron autoconcederse un mérito, que no era suyo) y el ascenso capitán (Hauptmann) por méritos de guerra.
Pero como todos los intrépidos, a veces, su arrojo les lleva demasiado lejos y en la última y desesperada contraofensiva, nombre demasiado grande para lo que pasó, casi fue arrollado y estuvo a punto de ser hecho prisionero, pero la fortuna seguía sonriéndole, y aprovechando la nula moral de los italianos siguió cosechando éxitos.
Lo que no sabíamos era el nombre de este Teniente 1º. El día que le impusieron sobre el cuello la Blue Max su nombre resonó con fuerza cuando se lo preguntaron, evidentemente no ha llegado hasta nuestros días lo que realmente pasó pero pudo ser:
– ¿Cómo te llamas muchacho? –le preguntaron.
- Erwin Rommel, mi General.
- Siga así muchacho, siga así y llegará lejos, – le respondieron con la indolencia típica de algunos generales
Pero el siguiente destino del capitán no gustó mucho, el Estado Mayor y las tareas administrativas no eran para él.
Retomando las proféticas palabras de aquel general, a Erwin Johannes Eugen Rommel la Historia Militar le deparó un puesto más que merecido. Hoy en día es venerado incluso por sus adversarios, sus enseñanzas de entender la guerra blindada se siguen estudiando en las academias militares de todo el mundo, pero eso ya es otra historia.
«Conocía» a Rommel El Zorro del Desierto (Wüstenfuchs), pero ni idea de como fueron sus principios. Una vez más me dejas «aplaná»…. Danke…..Küssen…
Pues ya ves querida Rosa, antes de ser Wüstenfuchs fue Schneefuchs…;) Ya en serio, Rommel fue un militar muy capaz, y lo demostró en ambas guerras mundiales. Me pregunto hasta dónde hubiese llegado si hubiese elegido otra carrera…seguro que lejos, pero eso es ya otra historia…
Besitos cálidos…